Chapter 3: Wanzo en SV 3 (Maru)
Evelyn arrastró al inconsciente Wanso en una silla de ruedas hasta la clínica de Harvey. Al entrar en el único centro médico de Stardew Valley, se podía ver a una joven de mirada avispada vestida de enfermera. Maru, que siempre parecía más curiosa que preocupada, frunció el ceño al ver el peculiar espectáculo que atravesaba la puerta.
"Evelyn, ¿qué te trae por aquí?" preguntó, sin apartar los ojos del joven en la silla.
"Hola, pequeña Maru. Te traigo a este apuesto y amable joven. Está... un poco cansado" respondió Evelyn, una anciana de músculos impresionantes que empujaba la silla con una facilidad intimidante.
"Claro, no hay problema. Déjamelo a mí" contestó Maru, con una sonrisa que prometía más de lo que revelaba.
Ambas mujeres intercambiaron una mirada cómplice, de esas que solo pueden darse dos personas que saben exactamente lo que está pasando y no tienen la más mínima intención de explicarlo. Mientras tanto, Wanso, ajeno al mundo, tenía la cadera tan plana como una hoja de papel, un detalle que ninguna de las dos mencionó, aunque ambas parecían notarlo.
"Lo dejo en tus manos. Espero que se recupere pronto. Créeme, es un buen chico; seguro que te caerá bien" dijo Evelyn, antes de salir. Se inclinó al pasar por la puerta, evitando golpear su cabeza con el marco, y se marchó, tarareando una canción olvidada.
Maru no perdió el tiempo. Sacó su teléfono y envió un mensaje rápido a su madre. Una respuesta inmediata iluminó la pantalla. Con una sonrisa que mezclaba alegría y perversidad, saltó el mostrador de recepción como si fuera una gimnasta olímpica, empujando la silla de ruedas hacia el interior con un entusiasmo desbordante.
Justo en ese momento, el doctor Harvey salió de una de las puertas interiores, apurado y con su maletín en la mano.
"¿Maru? ¿Un nuevo paciente?" preguntó, con una preocupación en el rostro.
"¡No! Bueno, sí, es un paciente nuevo, pero no se preocupe, doctor Harvey. Es solo un desmayo por sobreesfuerzo. Yo me encargo."(Maru)
"Está bien, tengo que salir. Tu madre me llamó, parece que tu padre tuvo un accidente. Iré a verlo, puede que tarde. Recuerda cerrar la clínica si no estoy de vuelta antes del horario de cierre."(Harvey)
Maru esperó a que la figura del doctor desapareciera, luego cerró la puerta con llave y giró hacia su nuevo "paciente" con una emoción apenas contenida. Empujó la silla de ruedas hacia una de las habitaciones internas y comenzó a rebuscar en un cajón oculto detrás de unas estanterías.
Finalmente, sacó una jeringa y un pequeño vial lleno de un líquido violeta que brillaba con un resplandor inquietante. Sin molestarse en desinfectar ni preparar nada, extrajo el líquido y lo inyectó de golpe en el cuerpo de Wanso.
Si alguien hubiera estado observando, habría gritado de asombro al ver lo que ocurría. La cadera aplastada de Wanso empezó a inflarse rápidamente; incluso se escucharon crujidos de huesos realineándose. En cuestión de segundos, el cuerpo maltrecho del joven estaba como nuevo, como si nunca hubiera sido aplastado por una anciana musculosa con una fuerza sobrehumana.
Unos golpecitos en la mejilla lo despertaron.
"¿Dónde estoy?" preguntó, todavía desorientado.
"En la clínica. No te preocupes, ahora estás bien" respondió Maru, dejando la jeringa en una bandeja metálica.
"¿La clínica? ¿Y dónde está esa vieja de más de dos metros?"(Wanzo)
"Evelyn ya se fue. Te dejó a mi cargo para que te recuperaras. Por cierto, soy Maru."(Maru)
"Gracias, Maru. No sé qué hiciste, pero debes ser increíble. Me siento mejor que nunca" dijo Wanso, poniéndose de pie con facilidad. Dio un par de saltos, asombrado por su recuperación.
"Un fuerte medicamento a base de líquido diluido de Stardrop puede levantar a cualquiera de la tumba... pero no lo menciones. Se supone que es el tesoro secreto del doctor Harvey. Como nunca lo usa, no se dará cuenta de que falta un poco" respondió Maru, mientras organizaba los instrumentos médicos con una sonrisa traviesa.
"Gracias… creo," dijo Wanzo, aún intentando procesar lo que acababa de pasar. Recordaba haber leído algo sobre el Stardrop y lo valioso que era, pero nunca imaginó que lo usarían en alguien como él. '¿Será esto lo que usan para revivir a los jugadores cada vez que la cagan?' pensó. Pero no, estaba muy equivocado.
"Bueno, ahora quítate la ropa," dijo Maru, mirándolo con la intensidad de un tigre acechando a su presa.
"¿Qué? ¿Cómo?" respondió Wanzo, retrocediendo un paso y recordando con terror lo que le había hecho Evelyn.
"Dije que te quites la ropa. Vamos a hacerte un chequeo médico completo," insistió Maru, su mirada depredadora clavándose en él como un cuchillo caliente.
"¿Es necesario? Creí que ya estaba bien… Me siento increíblemente bien, de hecho," dijo Wanzo, cada vez más nervioso. Las manos de Maru, que tamborileaban con impaciencia, parecían más interesadas en saltar sobre él que en cualquier aparato médico.
"¡Quítate la ropa!" exigió, perdiendo la paciencia, mientras daba un paso al frente con una velocidad aterradora. Antes de que Wanzo pudiera reaccionar, ya estaba luchando por mantener sus pantalones en su lugar.
"¡No!" gritó Wanzo, resistiéndose como pudo. Descubrió con horror que la joven enfermera tenía una fuerza similar a la de Evelyn. '¿Qué, aquí todas las mujeres son superhumanas?' pensó mientras conseguía zafarse y retroceder hasta una camilla. "¡Por favor, no! ¡Ya tuve suficiente!" suplicó Wanzo, con los ojos desorbitados.
Maru lo miró con fastidio. "Bien. Hagamos esto de otra forma: solo un pequeño examen de resistencia… y una prueba rápida de calidad de esperma," dijo mientras se inclinaba sobre la mesa, levantándose el uniforme de enfermera para mostrar unas braguitas de conejo rosado. "Vamos, mételo."
"¿¡Qué!? ¡No!" gritó Wanzo, retrocediendo tan rápido que casi tropieza con el instrumental médico, mientras intentaba no mirar las orejitas de conejo en la ropa interior de Maru.
"¿Por qué no?" preguntó Maru, girando la cabeza para mirarlo con incredulidad.
"Porque no, ¿qué demonios les pasa a las mujeres de este pueblo?" exclamó Wanzo, con una mezcla de frustración y confusión.
Maru lo observó en silencio por un segundo, hasta que su expresión cambió de repente. Su rostro se llenó de indignación. "Ohhh… ya entiendo lo que pasa aquí."
"¿Qué?" preguntó Wanzo, con un escalofrío en la espalda.
"¡Eres un puto racista, basura blanca!" acusó Maru, clavándole un dedo en el pecho.
"¡¿Qué?!" exclamó Wanzo, ahora más confundido que asustado.
"¡Sí, claro! No quieres que te trate porque soy negra, ¿verdad? Eres una asquerosa escoria racista," añadió, aumentando el volumen y la intensidad de cada palabra.
"¡No, no, no, no! ¡Espera! ¡Yo no soy racista! ¡Eso no tiene nada que ver con esto!" Wanzo agitó las manos frenéticamente, tratando de calmar la situación. Pero la mirada de Maru se había convertido en una tormenta furiosa.
"¡Oh, claro! Seguro piensas que los negros no podemos ser profesionales. ¿Te crees que no puedo ser una buena enfermera, eh? ¡Dilo, maldito cerdo racista!" gritó, empujándolo contra la camilla.
"¡No pienso eso! ¡Ni siquiera sabía que esto era un problema aquí!" trató de explicar Wanzo, cada vez más acorralado. "Pero estas pidiendeo sexo..."
"Ahh, lo entiendo, los negros no podemos tener sexo... Estoy segura de que eso te encantaría, ¿verdad? Que nos extingamos, desgraciado." Parecía que estaba a punto de escupirle.
"No... me refiero al sexo contigo... yo..." Wanzo tenía cada vez mas problemas para formular oraciones
"Y ahora resulta que también me llamas fea. Seguro tienes un sótano lleno de esclavas sexuales negras muchos mas bonitas que yo, ¿no?" continuó Maru, encendiendo su teléfono y apuntándolo hacia él.
"¡¿Qué carajo estás diciendo?! ¡Esto no tiene ningún sentido!" gritó Wanzo, ya al borde del colapso nervioso. Pero sus palabras fueron inútiles, porque Maru le tomó una foto con el flash más potente que había visto en su vida.
"Perfecto. Ahora publico esto en las redes y todos sabrán lo que eres: un racista intolerante," dijo con una sonrisa maliciosa, sus dedos escribiendo un mensaje a una velocidad aterradora.
"¡Espera, por favor! ¡No hagas eso! ¡No soy racista!" suplicó Wanzo, consciente de que en este pueblo había personas armadas con espadas, arcos, y posiblemente un cañon magico escondido por ahí.
"¿Ah, no? Pues entonces pruébalo," dijo Maru, girándose de nuevo y levantándose el vestido con determinación. "Fóllame sin respeto o compasión, como si no fuera nada mas que un objeto sexual. Demuéstrame que no discriminas."
Wanzo la miró con incredulidad absoluta. "No creo que eso sea así como funciona…"
"¿Ah, no?" respondió Maru, amenazándolo con el pulgar sobre el botón de publicar. "¿Entonces qué vas a hacer? ¿Ser perseguido por todo el pueblo?"
"¡Está bien! ¡Está bien! ¡Lo haré!" gritó Wanzo, las lágrimas de desesperación acumulándose en sus ojos, mientras aceptaba su destino con resignación.
Maru, sin dudarlo, bajó sus braguitas de conejo, dejando a la vista su coño con una confianza casi aterradora. Wanzo, resignado, comenzó a quitarse los pantalones lentamente, aunque su pequeño amigo no parecía estar dispuesto a colaborar. Fuera por el cansancio, el estrés mental de la situación, o el trauma reciente con Evelyn, nada en su cuerpo parecía querer ayudarle.
"Lo siento… creo que no va a poder ser," dijo Wanzo, intentando esconder la pequeña satisfacción que sentía ante lo que consideraba un giro favorable de los acontecimientos.
Maru miró con desdén aquel miembro flácido. Sin decir una palabra, extendió la mano y lo agarró con firmeza, comenzando a moverla con rapidez. Wanzo se tensó, incapaz de decidir si tenía más miedo o vergüenza. Sin embargo, por más que Maru pusiera esfuerzo, los resultados eran apenas aceptables.
De pronto, su mirada se iluminó como la de un científico loco al descubrir una solución. Antes de que Wanzo pudiera reaccionar, Maru tomó la jeringa que había usado previamente y, con la precisión de una asesina experimentada, la clavó directamente en ese miembro inerte.
"¡AAAAH!" gritó Wanzo, rodando por el suelo mientras se sujetaba su zona vital con ambas manos. "¡¿Qué demonios te pasa?! ¡No puedes ir inyectando cosas al azar en el pene de alguien! ¡¡¡ESTÁS COMPLETAMENTE LOCA!!!"
Pero a Maru no parecía importarle. Con una fuerza sobrehumana (o al menos, eso le parecía a Wanzo), retiró las manos del joven de sus genitales, dejándolo completamente expuesto. Wanzo se horrorizó al ver su pene ahora completamente erecto, pero lo que realmente le desconcertó fue su nuevo tono morado brillante, casi neón.
"¡¿Qué carajo es esto?!" exclamó Wanzo, mirando su recién transformado miembro con una mezcla de incredulidad y terror. No solo era fluorescentey mas grande de lo normal, sino que también dolía, y no únicamente por el pinchazo.
Maru sonrió con satisfacción, como si todo estuviera yendo exactamente según su plan. "Ah, mucho mejor," dijo mientras se inclinaba hacia él para inspeccionar de cerca su "creación".
Sin preocuparse por los sentimientos o reacciones de su víctima, Maru simplemente se puso de cuclillas y acomodo ese pene en la entrada de su coño, sentándose en él.
"¡OHH! Sí... Esto era lo que necesitaba" Exclamo mirando al cielo.
Ella ya estaba muy húmeda y empezó a mover sus caderas hacia arriba y hacia abajo, dejando que el claro sonido húmedo se escuchara en toda la habitación. Se estaba ahogando en la sensación de esa vara caliente y un poco electrizante, abriéndose paso en su coño, chocando con su cuello uterino, dándole descargas hasta lo mas hondo del cerebro.
"¿Podemos... cambiar de posición...?" Wanzo, renegado a su destino, no planto resistencia, pero luego de los terroríficos recuerdos de la abuelita, esta posición no le era agradable
"Mas te vale moverte bien o te inyectaré mas en las bolas y de eso si podrás quejarte" Dijo amenazadoramente, pero comenzó a levantarse, aunque no lo suficiente como para que sus genitales se separarán.
Aunque fue incómodo, demostrando una gran flexibilidad de parte de Maru, lograron levantarse y cambiar de posición sin separarse. Ahora Wanzo sostenía las caderas de Maru y la embestía contra la pared, enojado consigo mismo por sentirse tan bien en ese cálido y húmedo coño que masajeaba su miembro fluorecente.
Los gemidos llenaban la clínica, entremezclándose con los sonidos rítmicos y húmedos de sus cuerpos en movimiento. El calor de la habitación parecía haber subido a niveles infernales, y el sudor los cubría por completo. Maru movía las caderas con tal vigor que Wanzo apenas tenía que hacer nada.
"¡Vamos, fóllame como una puta, escúpeme, jálame del pelo, dime que soy solo un mono, maldito racista!" gritó Maru jadeante, sin ningún reparo en sus palabras.
"¡No soy racista!" protestó Wanzo, con la última pizca de dignidad que le quedaba.
"¡Así es! ¡Porque voy a curar tu racismo con mi coño! Después de mí, no vas a poder follarte a ninguna perra blanca... Ni siquiera se te va a volver a parar si no es viendo un culo negro como el mío." Para subrayar su punto, Maru se dio una sonora nalgada que resonó en la habitación.
"Ya no voy a decir nada…" murmuró Wanzo, resignado. Trató de enfocarse en disfrutar del sexo obligatorio que estaba teniendo, el cual, para su sorpresa, no era tan malo… si ignoraba el contexto completamente absurdo.
El frenesí continuó, y pronto cambiaron de posición sobre una camilla. Maru insistió en que Wanzo apretara y succionara sus pechos, mientras seguía lanzando comentarios cuestionables que él ya había dejado de intentar procesar. Sin embargo, para Wanzo, lo peor era la sensación incómoda en su miembro. Esa maldita inyección no solo lo mantenía duro como una roca, sino que también le provocaba cosquillas extrañas, como si algo estuviera a punto de explotar.
"Estoy por acabar," gruñó Wanzo, intentando contenerse.
"Hazlo dentro, ¿o acaso no soy lo suficientemente buena para que me llenes de tu 'blancura'? Creí que no eras racista…" dijo Maru, apretando sus paredes internas con intención.
"¡Pero… no estoy usando condón!" Wanzo trató de retroceder, pero Maru lo reafirmó con las piernas, encerrándolo en una trampa de la que no podía escapar.
"Es un día seguro," respondió ella con una sonrisa.
"¿En serio?" preguntó Wanzo, con la voz temblorosa y al borde de perder la batalla.
"Sí, solo tomé dos píldoras de fertilidad hoy." Maru sonrió de oreja a oreja.
"¡Me estás jodiendo!" exclamó Wanzo, perdiendo completamente la concentración. En ese momento crítico, no pudo evitar correrse, liberando todo con un gruñido de frustración y alivio.
"¡Sí, así! ¡Llena mi vientre! ¡Embarázame! ¡Voy a destruir tu linaje puro pariendo un ejército de bebés de color! ¡Siente cómo tu raza se degenera... no, se mejora! ¡Este es el fin de tu estirpe!" gritó Maru, alcanzando un orgasmo mientras sus palabras resonaban en la habitación.
...
Wanzo estaba ahora sentado en una camilla, medio vestido y con la mirada perdida, como si su alma hubiera abandonado el edificio. Maru, no muy lejos, se ponía las braguitas con rapidez, mientras trataba de contener discretamente todo lo que ahora llenaba su interior.
"Te agendaré una visita por temporada," dijo ella con una sonrisa despreocupada. "Le diremos a Harvey que eres un poco hipocondriaco, para justificarlo. No te preocupes por los costos; subiré los precios de los nuevos residentes del pueblo para cubrirlo." Se acercó a Wanzo, abrazándolo contra sus pechos y acariciando su rostro con un dedo. "O, si prefieres, podemos hacer esto una visita semanal… o diaria," susurró seductoramente.
"No… está bien…" murmuró Wanzo sin fuerzas. Sabía que no podía negarse a las visitas de temporada. Si lo hacía, Maru no dudaría en usar el chantaje emocional de su supuesto "racismo", algo que ella misma había admitido que era un pretexto sin importancia, pero que, para su desgracia, resultaba sorprendentemente efectivo. Además, para su horror, ella había descubierto que toda esta locura la calentaba mucho mas de lo esperado.
"Te daré algo para reponer energías," continuó Maru, como si nada hubiera pasado. "Ve al mostrador. Debajo hay unos tónicos que puedes tomar. Llévate los que quieras."
Wanzo se levantó tambaleante, con el pene aún a medias por culpa de esa infernal inyección. Antes de salir, pasó por el mostrador, usando la llave que Maru le había dado. Al abrirlo, se encontró con varias cuadrículas llenas de frascos pixelados, cada uno con un símbolo de infinito flotando sobre ellos.
"¿Cuántos dijiste que podía llevarme?" gritó hacia el fondo.
"Los que quieras," respondió Maru, ronroneando. "Si te faltan, vuelve cuando quieras o pídemelos. Te los llevaré a tu casa…"
Wanzo, queriendo una compensación por su sacrificio y viendo que el infinito no cambiaba, decidió aprovechar. +1… +2… +10… +99… +999… +999 x 2… +999 x 3…
Al final, salió de la clínica con un inventario lleno de frascos y las galletas de la anciana Evelyn. Caminaba sin rumbo fijo, sin saber qué haría con todo aquello. Quizás podría venderlos… o usarlos para algún propósito que todavía no lograba imaginar.